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1 año 217 días hace

¡¡¡Que madre¡¡¡ jajajajjaj

Claudio Nazoa 
El Nacional / ND

¡Qué madre!

14 Mayo, 2012

Mi mamá tiene 91 años de edad y este año no se salvó de que le celebráramos el Día de la Madre. Ella, humilde como es, nos ruega todos los años que no festejemos tan bello día. Sus misteriosas razones tendrá, pero igual se lo celebramos aun en contra de su voluntad.


No entiendo por qué mamá se niega a celebrar ese día tan familiar. Nosotros, sus hijos, hacemos todo lo posible para que disfrute al máximo; por ejemplo: este año, mi hermano Mario compró dos gallinas vivas y mamá, el domingo tempranito, comenzó su día despescuezando las dos aves, luego las desplumó y las limpió. Cuando terminó se puso a lavar y a pelar todos los vegetales que lleva el sancocho. Nosotros queríamos ayudar pero callamos, porque sabemos que nadie lo sabe preparar mejor que ella.

Mis hijos, Daniel y Valentina, y sus primos, los hijos de mi hermano Raúl, Sumito, Karun y Puni, también vinieron con sus respectivas esposas e hijos y le trajeron a su abuelita los ingredientes para que preparara una torta de chocolate. Sumito, dijo al llegar: ­Abuelita, ¡feliz día!, pero te advierto que hoy no soy chef. Te toca a ti lucirte en la cocina.

Manuel y Federico, nietos también, llegaron con familia e ingredientes en mano, para que mamá preparara huevos chimbos y catalinas, sus platos preferidos.

Es increíble la organización que tiene mamá para hacer todo y que todavía le quede tiempo para limpiar y tener la casa como un diamante. Es que mamá asombra, pasa el sábado limpiando hasta tarde para que el domingo, en su día, la casa brille.

A mamá le encanta cuidar a sus nietos y bisnietos de 2, 6, 8, 10 y 13 años de edad, y nosotros se los dejamos para que se entretenga con ellos desde el viernes en la tarde y amanezca rodeada de sus nietecitos el domingo, y cuando digo que amanezca es porque el de 6 años es un psicópata y hay que medicarlo cada cuatro horas.

Ayer fue un día increíble, Mario, Raúl y yo, a las 12:00 del mediodía, ya estábamos medio rascados celebrando el Día de la Madre junto a toda la familia, esposas, hijos, nietos, bisnietos y nuestros vecinos, Padilla y su esposa Marlene, quienes le trajeron a mamá una carne para preparar un asado negro. Fue inolvidable el tierno momento cuando mamá, con su vocecita de dulce ancianita, nos gritó desde la cocina: ­¡El sancocho está listoooo…!

En tropel, como manada de ñúes africanos, salimos corriendo y nos sentamos a su lado, mientras que mamá, con sus arrugaditas manos, sus pies hinchados y sus dolores de cadera, terminó de hacer las arepas, sancochar 12 topochos verdes, poner la mesa y servirnos. Todos nos vimos las caras y pensamos: “¡Qué madre!”.

A las 5:30 de la tarde nos comenzamos a ir porque a mamá le gusta lavar los peroles sola. Este año, entre todos, hicimos una vaca y le regalamos unos guantes rosados de goma y una esponja de brillo que Mario le trajo de Miami.

Nos fuimos con la satisfacción de haber sido buenos hijos y quedamos en regresar en junio para celebrar con ella el Día del Padre. Mamá, al saberlo, se echó a llorar, creo que fue de la emoción; es que ella es muy sentimental.

Para ese día, todos queremos que nos prepare tremendo ollón de mondongo, un carato de acupe y un bienmesabe con coco pelado en casa, porque nadie como mamá sabe desconchar el coco; todo esto acompañado de jugo de caña exprimido a la manera antigua y, por supuesto, nosotros, los homenajeados, no haremos nada, sino disfrutar y comer porque ya quedamos bastante cansados con la celebración del Día de la Madre.

Cualquier semejanza a esta realidad, disculpen, jajajajajaja