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1 año 123 días hace

^^ Una Linda Historia

Ella recién había ingresado a la universidad y yo era presidente del Centro Federado de mi facultad. Habíamos organizado una fiesta para recaudar fondos para comprar libros. Terminadas las coordinaciones y trabajos de la fiesta, bebí casi una cerveza yo solo para envalentonarme, y me escurrí hasta la pista de baile tan sólo para sacarla a bailar. Vestía ese vestidito floreado que se agitaba sobre sus piernas, pero nunca dejaba ver lo que anhelábamos casi todos en la universidad. Entonces ni siquiera le di tiempo para duda. La miré a los ojos y a los segundos ya estábamos junto a las demás parejas. Esa tarde - noche me convertí en el ser más afortunado de toda la universidad. Si bien gasté dinero para poder tratarla como una reina, al final logré mi cometido, llevarme a la chica más codiciada de toda la fiesta (quizá exagere un poco, pero así lo sentía). Fuimos a su casa. Me hizo esperar casi una hora, pero salió más esplendorosa que nunca, y ahí me percaté que tenía más de un vestidito floreado. Me contó entre risas que ya se había dado cuenta que siempre la quedaba mirando, pero que aunque a ella no le interesaba la política, sentía curiosidad por conocerme…
Esa noche las cosas fluyeron solas. Como movidas por una fuerza cósmica, todo funcionó de maravillas, pero un pacto de honor me obliga a no revelar detalles de nuestro encuentro. Sólo diré que esa noche me embriagué con los labios perfectos. Húmedos y carnosos se entregaron para mi insaciable sed de amar a lo largo de dos horas, las cuales sentí como dos minutos. Su cuerpo junto al mío, se elevó al elixir sagrado para mis pulsiones de universitario. La amé con la devoción por lo celestial, pero también con la premonición de que no podía ser real tanta belleza, y no me equivoqué. Llego aquí a la parte más dura. La sagrada cumbre de esos momentos se derrumbó hacia el abismo de la desolación al escuchar sus palabras. - Tengo mi enamorado - me dijo como quien despierta de un sueño, - y somos pareja desde los quince años, él ya se va a graduar de ingeniero, y el año que viene pedirá mi mano. Nuestras familias se conocen, y para ser sincera, yo también lo quiero mucho -. Sentí un golpe que luego se convirtió en hielo en toda mi sangre. Le supliqué, le lloré, me arrodillé ante ella, pero la determinación era indeclinable. Me consoló, llamó un taxi y me embarcó hacia mi casa…
Esa noche me fueron otorgados los dos extremos de la vida. El goce más grandioso, y el dolor más hiriente jamás superado. Hoy después de varios años aun sigo recordándola y preguntándome si acaso no fue un sueño que adquirió la solidez de la realidad para luego desvanecerse nuevamente en el territorio de lo ideal, de lo maravillosamente soñado por mis veintitantos años…