Ayudando a llorar
La niña llegó a la casa atrasada para la cena. Su madre intentaba calmar al padre nervioso mientras le pedía explicaciones sobre lo que había pasado.
La niña respondió que había parado para ayudar a Janie, su amiga, porque ella se había caído de la bicicleta y ésta se había roto.
- ¿Y desde cuándo sabes arreglar bicicletas? -preguntó la mamá.
- ¡Yo no sé arreglar bicicletas! -dijo la niña.- Yo sólo paré para ayudarla a llorar.
Sufrir la pérdida de ciertas cosas es inherente a la vida del ser humano. Muchas veces las cosas que perdemos o que se rompen en nuestras vidas son irreemplazables y ni siquiera nosotros mismos podemos repararlas. Y por lo tanto es mucho menos dable esperar que otros lo hagan. Pero muchas veces la gente que nos quiere puede ayudarnos a soportar mejor las consecuencias de las pérdidas. Una palabra afectuosa, un consejo, una frase de aliento, o alguien que llore con nosotros nuestra pena, puede mitigar sustancialmente el dolor.
Y lo importante es que no sea un compadecimiento, sino el sufrir un poco, junto a nosotros, nuestra pena. Seguramente quien haga esto estará en nuestro corazón coronado con el título más importante que una persona puede recibir: el ser considerado 'amigo'.
Graciela Heger A.
AUNQUE NO TE PUEDA VER
https://www.youtube.com/watch?v=do-ODtWd7OQ
Amigo,
no pido mucho.
Solo tu brazo firme
para apoyarme
cuando el dolor aprieta
y el vendaval
parece desgarrarme
con sus aspas gigantescas.
Solo el plácido e íntimo
paréntesis de tu pecho
para refugiarme
cuando he perdido el camino,
y tu silencio cómplice
cuando los recuerdos
atruenan mi alma.
Otro par de ojos
para escrutar el horizonte
y descubrir la secreta
alegría de las gaviotas
en su búsqueda perenne
de playas y de mares.
Solo el hueco tibio de tu mano
para posar la mía por un instante,
mientras pasa el invierno,
amigo.
Amparo Jaramillo Restrepo