LadyCaribe

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9 años 238 días hace

(((❤)))*Emily Dickinson*(((❤)))

 

 

Emily Elizabeth Dickinson

1830-1886

  

 

 Esta oscura y solitaria Dama merece largamente nuestra devoción, ya que es difícil imaginar que tanta sutileza y genialidad puedan haber germinado en una vida tan arrasada por la tristeza..

 

 

         

 
Una Mujer de carácter.

     Existen infinitas evidencias sobre la impresionante lucidez de Emily Dickinson, pero nosotros daremos cuenta sólo de una. Esta anéctoda me fue revelada en una dedicatoria escrita en un libro que alguien me regaló hace muchos años, durante una época poco fértil en cuanto a logros académicos: Cierto día, nuestra Emily le escribió una carta a su amiga Jane Humphrey, la cual decía:

"Es miércoles, y hoy hubo clase de oratoria. Un joven leyó una composición cuyo tema era "Pensar dos veces antes de hablar". Me pareció la criatura más tonta que jamás haya existido, y le dije que él debiera haber pensado dos veces antes de escribir."

A simple vista,
 no parece una observación demasiado elegante, pero de pronto se transforma en genialidad cuando nos enteramos que, cuando redactó esta carta, Emily Dickinson tenía sólo 11 años.

Amores desdichados

   Dentro de la obra poética de Emily Dickinson suelen deambular dos espectros: los dos grandes hombres de su vida; y sobre los cuales ella jamás dio mayor información; pero como casi siempre sucede, las cartas que envió a muchas amigas terminaron revelando su secreto. Nosotros, con reverente temor, esperamos que el fantasma Emily sea indulgente con nuestra indiscreción, ya que daremos cuenta sobre algunos detalles sobre su intimidad.

Algunos maliciosos hablan de que nuestra poeta mantuvo relaciones con su primer mentor, Thomas Wentworth Higginson, lo cual es falso. De hecho, en una epístola al señor Higgins, Dickinson insinúa algunos detalles sobre la muerte de su primer amor, que al igual que los siguientes, sólo serían platónicos:

"Cuando era pequeña, tuve un amigo que me enseñó lo que era la inmortalidad, pero se aproximó demasiado a ella y nunca regresó."

Este hombre que osadamente se acercó a la inmortalidad es Benjamin Franklin Newton, quien la introdujo en algunas de las lecturas que más la marcarían como poeta.
El segundo de los espectros que sobrevuelan la obra de Emily Dickinson es el pastor Charles Wardsworth 


Ambos espectros le fueron arrebatados: Newton entre los estertores de la tuberculosis, y Wardsworth simplemente se apagó en 1882.

Los especialistas suelen ponerse de acuerdo sólo en las circunstancias más sórdidas y dramáticas de la vida de un autor: en el caso de Dickinson, las biografías se regodean en sus carencias de afecto, en su necesidad de ternura; ya que, así lo afirman estos estudiosos, Emily Dickinson jamás llevó su amor al terreno físico con ningún hombre.
Nosotros rogamos por que se hayan equivocado.

   La Sombra en la Habituación. 

   Tras la muerte de Wardsworth, Dickinson comenzó a negarse a abandonar su cuarto, y sólo lo hacía en casos de extrema necesidad.

La atormentaban las dudas sobre sus propias capacidades poéticas, y se negaba violentamente a publicar alguno de sus poemas. Su negativa no incluía, desde ya, a sus amistades y familiares, pero sí al público general; es decir, ella sentía que no todos debían leer su obra. Tal vez estaba en lo cierto.

De todos modos, algunos poemas se filtraron a su celosa custodia, y fueron publicados de manera anónima o con seudónimos. Uno de ellos, el cual esperamos poder traducir pronto, es para mí uno de sus mejores poemas: algunos lo llaman "La serpiente" (The Snake), pero dentro del Espejo nos gusta más el nombre con el que era llamado por su autora: A narrow fellow in the grass, Un tipo delgado sobre la hierba.

A finales de 1870 comenzó el verdadero encierro. Emily abandonó casi todas sus actividades sociales, incluídas las visitas a su ocultista, y paulatinamente, también abandonó cualquier otro escenario que no fuese su habitación.

Comenzó a odiar a la gente; es decir, a sentirse aterrorizada ante desconocidos. Comenzó a tener extraños delirios y alucinaciones, y aunque éstos parecen ser más bien infantiles, la recluían aún más en su aislamiento. En cierta carta, Emily afirma que no pudo conciliar el sueño, ya que sentía que de un momento a otro, un rostro pálido se asomaría a su ventana. En otra ocasión, manifestó que varias veces, durante la noche, sentía que alguien abría la puerta de la casa; y se ofendía gravemente cuando las criadas contrariaban sus macabras elucubraciones.

Aludiendo a su aislamiento, ella solía repetir la misma frase, la cual suena como un mantra espantoso:

Siempre sola.
Soy huésped de mí misma.


El Final.

   En 1884 murió su sobrino, al cual le profesaba un cariño descomunal, y Emily no soportó más la carga que suponía levantarse cada día. Sufrió un violento ataque del mal de Bright y permaneció postrada sin esperanzas. Finalmente, algún ángel se apiadó de tanta desdicha, y Emily Dickinson murió mientras dormía. Era el 15 de mayo de 1886.


El Fantasma d Emily Dickson.

 

 

 

  Con el tiempo llegó el merecido reconocimiento: sus obras fueron publicadas, y el mundo la alabó como la poeta más grande de la literatura norteamericana. Se la colocó en aquel paraíso poético junto a Emerson, Poe y Whitman. Pura justicia.

De alguna manera, los verdaderos genios trascienden más allá de su obra, y suelen despedirse del mundo de manera tan poética como los versos que genialmente urdieron.

Emily Dickinson no fue menos que otros grandes desdichados de la literatura.

Su último escrito antes de morir, fue una carta a sus primas, cuyo título hoy puede verse sobre su lápida:

Called Back.
Me llaman.
 

 

 

  •  
    •   "Morí por Belleza"

     

     

    • "I Died for Beauty"  

     

    •   
    • Morí por la Belleza, pero apenas
      mi cuarto se transformó en Tumba,
      uno que murió por la Verdad yacía
      en un cuarto contiguo,
      Me interrogó en voz baja por qué morí.
      -Por la Belleza -repliqué-
      -Y yo -por la Verdad, las dos son una,
      somos Hermanos -dijo-
      Y así, como Parientes reunidos en la Noche,
      Hablamos de un cuarto a otro,
      hasta que el Musgo alcanzó nuestros labios,
      y cubrió con olvido nuestros nombres...