Vuelo hasta el cielo imaginario
que me proyecta tu palabra en fuego
vital, inquieto, audaz, ardiente,
que me hace saber que aún sigo vivo.
No es mi cuerpo el que elevo en este viaje a lo alto
sino el ansia inconstante de mi causa loca:
encontrar el rincón donde los sueños
puedan ser realidades en un mundo sordo
que olvidó la canción de mi rincón temprano
y el rumoroso caudal de la cascada maga.
Llevo en mano tu rosa, la única que tiene
en sus pétalos, goteando, la verdad desnuda,
aquélla que resuena en mi rincón perdido:
tu palabra nutriendo el corazón.
Viajo raudo...
el cielo tan amado, imaginario, espera
para quitarme de mi mente el bloque
que alguna vez, en noche muy lejana,
distorsionó mi acento y mi canción pagana.
Oigo ya los sones de tu lira
y tu orquesta de voces ancestrales
portados en la estrofa limpia
de malezas racionales vanas.
Como un eco, en vibración grandiosa,
respondo con guitarras a tu canto
que me llama... que me llama...